miércoles, 8 de junio de 2011

MIENTRAS TANTO...

El halfling se acercó a la ventana para observar la ciudad a sus pies. Él, un mendigo bastardo acostumbrado a ganarse duramente la vida en las calles de Calimport, convertido en la mano derecha de un Lord de Cormyr. Sonrió cansadamente. La vida acostumbraba a reservar ese tipo de sorpresas, pensó Harald. Porque hoy eres Harald, ¿verdad? Lo cierto es que le costaba recordar todos los nombres que había tenido.Cada uno un retazo de una vida excitante. Cada uno una sarta de mentiras. Un reguero de cadaveres a su paso. Harald Ojo púrpura, Samm Spade, Borlin Baggersen... ¿y antes de eso? Le costaba recordar su verdadero nombre.


De todos ellos, Harald era el que menos le gustaba. Le hacía parecer un tipo grande y valeroso. Era importante para la misión, por supuesto, pero no dejaba de ser algo que no era. Por suerte, el contrato terminaría pronto, y con él, el nombre de Harald Ojo Purpura.



Oyó los pasos que se acercaban mucho antes de que la puerta a su espalda se abriera. Reconoció la cadencia al instante. Instintivamente, se colocó en posición de alerta. La sombra de un muchacho proyectada sobre la pared se alzó, transformandose en una figura muy distinta. Harald se estremeció al oir la voz, sibilina, susurrante, de su maestro.

- Estan en la ciudad.

El halfling continuó mirando por la ventana, y se permitió una sonrisa de complicidad. Podía decirse que le caía bien aquel grupo de aventureros. Eran ridiculamente nobles, cierto. Pero también valientes. Y obstinados. Harald respetaba esas cualidades. En otras circunstancias, podían haber sido amigos. Se sorprendió pensandoen que casi sentía lástima por ellos. Pero sólo casi... "Demasiado pobres para tu delicado gusto, Harry, viejo pirata..."

-Lo se.

- Hay que eliminarlos ya. Estan empezando a husmear donde no deben...

- ¡Pues envia a la guardia! Para eso les pagas, ¿no?

Su interlocutor soltó un siseo inhumano de pura rabia. El poco vello de la nuca del halfling se erizó al oirlo, pero consiguió dominarse lo suficiente como para no permitir que el miedo se reflejase en su rostro. Se giró lentamente, la vista clavada en los extraños ojos de aquel ser abominable, y escuchó pacientemente.

- Los hombres de la guardia de este estercolero son una banda de inutiles. No conseguirian matar a uno sólo de esos bastardos ni aunque lo atacasen todos juntos mientras duerme. No... Si seguimos subestimando a esos hombres pueden interferir en nuestros planes. Y sabes que ls Red Negra no tolera intromisiones...

El halfling frunció el ceño. No le gustaba el rumbo de la conversación.

- Ya he contactado con el Zorro. Dice que lo tiene todo bajo control

- ¡Ese gordo avaricioso no controla ni su propia polla diminuta! No. Hemos ignorado este problema durante demasiado tiempo...

Durante un instante, el halfling dejó de respirar, expectante. Sabía lo que su maestro iba a decir a continuación, aunque deseaba equivocarse. No lo hizo. Nunca lo hacía...

- Quiero que cabalgues al alcazar y reclutes a los "Perros de la Guerra". Diles que se les necesita para un nuevo encargo. - dijo con aquella inhumana voz monocorde que tanto disgustaba a Harald, mientras abandonaba la estancia, con su sombra danzante cambiando de forma y tamaño en la pared.

El halfling se quedó sólo, observando la ciudad a sus pies, pensando en el horror que estaba a punto de liberar. Casi sintió lástima por los aventureros. Pero sólo casi...

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