El Monasterio Negro quedó atras, bajo el cuidado de Gideon Sunblaster y los bandidos de Garth BlackBow. Los heroes se pusieron en camino hacia LoudWater con las bendiciones del Harpista y su recomendación de encontrar a Karad Gelfish, lider de la cofradia de ladrones de LoudWater y miembro de la orden de protectores de Faerun. Él sería su aliado y su contacto en la ciudad.
El camino fue largo, y los dias deambularon sin prisa mientras los heroes recorrian los cientos de millas que separaban las tierras occidentales de la Baronia de las Montañas. Aaron y Karandur pasaban las noches enfrascados en interesantes lecturas. El estudio de nuevas formas de comunión con su Dios y la oración se llevaba las pocas horas de descanso del enano. El comandante se sentaba sólo la mayoria de las noches, estudiando viejas historias de viejos guerreros, aprendiendo a dominar el campo de batalla desde una posición segura. El recuerdo de la muerte de Dolser se mantenía cercano, doloroso, en todos ellos. La larga marcha diaria era casi una liberación para cada uno de ellos, pues cuando caia la noche pocos eran los que disfrutaban del fuego del campamento y las risas de la camaraderia. El recuerdo de los muertos, el hedor de sus cuerpos putrefactos era demasiado vívido, demasiado intenso. De cuando en cuando alguno de ellos despertaba acosado por las pesadillas. Los demas lo oian, pero no decian nada. No había nada que decir...
Pasaron los dias, y por fin llegaron a una villa poblada. Una noche durmiendo en una cama y probando comida caliente les animaría el corazón. Pero al llegar fueron recibidos por el silencio y las miradas hostiles de los aldeanos. Sus sentidos, agudizados por meses de combates a vida o muerte, se agudizaron al instante. Algo iba mal. De repente, sin previo aviso, un grupo de guardias de la villa pobremente armados rodearon al grupo y trataron de detenerles por el intento de asesinato del hijo del Baron Markelhay.
La tensión de los últimos dias se desató en un instante de colera, y Balasar desenvainó con la rapidez de un relámpago. Acostumbrado a batirse por su vida contra poderes mas allá de cualquier mortal, calibró mal la potencia de su golpe. Antes de poder defenderse, uno de los guardias cayó muerto. Atravesado por la espada del Draconido. Aquella era la señal que necesitaba la guardia para confirmar sus sospechas. Los heroes, perseguidos, escaparon a duras penas tratando de no herir al resto de los guardias. Montaron en sus caballos y partieron al galope, rumbo a LoudWater.
Por desgracia, la historia del rescate del Baronet por parte de un heroico halfling y su compañia de aventureros, implicaba que ellos habian sido los causantes del secuestro. Sólo la osadia y el arrojo sin parangón del mediano pudo salvar al heredero del Barón. Y desde entonces, todos los recursos de la Baronia se enfocaron en capturar a esos malditos bastardos.
Y así, perseguidos en vez de aclamados, los heroes arribaron a la gran Villa de las Tierras del Sur. La primera de las ciudades de Cormyr. Llegaron a LoudWater.
El camino fue largo, y los dias deambularon sin prisa mientras los heroes recorrian los cientos de millas que separaban las tierras occidentales de la Baronia de las Montañas. Aaron y Karandur pasaban las noches enfrascados en interesantes lecturas. El estudio de nuevas formas de comunión con su Dios y la oración se llevaba las pocas horas de descanso del enano. El comandante se sentaba sólo la mayoria de las noches, estudiando viejas historias de viejos guerreros, aprendiendo a dominar el campo de batalla desde una posición segura. El recuerdo de la muerte de Dolser se mantenía cercano, doloroso, en todos ellos. La larga marcha diaria era casi una liberación para cada uno de ellos, pues cuando caia la noche pocos eran los que disfrutaban del fuego del campamento y las risas de la camaraderia. El recuerdo de los muertos, el hedor de sus cuerpos putrefactos era demasiado vívido, demasiado intenso. De cuando en cuando alguno de ellos despertaba acosado por las pesadillas. Los demas lo oian, pero no decian nada. No había nada que decir...
Pasaron los dias, y por fin llegaron a una villa poblada. Una noche durmiendo en una cama y probando comida caliente les animaría el corazón. Pero al llegar fueron recibidos por el silencio y las miradas hostiles de los aldeanos. Sus sentidos, agudizados por meses de combates a vida o muerte, se agudizaron al instante. Algo iba mal. De repente, sin previo aviso, un grupo de guardias de la villa pobremente armados rodearon al grupo y trataron de detenerles por el intento de asesinato del hijo del Baron Markelhay.
La tensión de los últimos dias se desató en un instante de colera, y Balasar desenvainó con la rapidez de un relámpago. Acostumbrado a batirse por su vida contra poderes mas allá de cualquier mortal, calibró mal la potencia de su golpe. Antes de poder defenderse, uno de los guardias cayó muerto. Atravesado por la espada del Draconido. Aquella era la señal que necesitaba la guardia para confirmar sus sospechas. Los heroes, perseguidos, escaparon a duras penas tratando de no herir al resto de los guardias. Montaron en sus caballos y partieron al galope, rumbo a LoudWater.
Por desgracia, la historia del rescate del Baronet por parte de un heroico halfling y su compañia de aventureros, implicaba que ellos habian sido los causantes del secuestro. Sólo la osadia y el arrojo sin parangón del mediano pudo salvar al heredero del Barón. Y desde entonces, todos los recursos de la Baronia se enfocaron en capturar a esos malditos bastardos.
Y así, perseguidos en vez de aclamados, los heroes arribaron a la gran Villa de las Tierras del Sur. La primera de las ciudades de Cormyr. Llegaron a LoudWater.
Rhaegar se perdió la fiesta...
ResponderEliminarRecapitulando:
ResponderEliminarFangstorm y yo entramos juntos en la ciudad. Nuestro objetivo principal era localizar a Karad Gelfish, líder del gremio de ladrones en la ciudad. Había sido Garth Blackbow quien había propuesto que buscáramos ayuda contactando con Gelfish.
Desde el primer momento nos hicimos pasar por comerciantes de ganado procedentes del sur que llegaban a Loudwater para negociar y comprar ganado. Esa fue la versión que mantuvimos con los guardas de la entrada que sellaron nuestras armas (olvidándose de las dagas que tanto Fangstorm como yo ocultábamos), y con todo aquel que se nos acercó por las calles o en la posada del barrio comercial.
Una vez en el barrio comercial, y ya un poco más descansados después del viaje, buscamos a través de las indicaciones de los comerciantes al ‘mejor cerrajero de la ciudad’. A este último le explicamos que teníamos un problema con unos cofres que necesitábamos abrir y cuyas cerraduras habían sufrido daños debido a un incendio. Aunque no se dijo de forma explícita ni por su parte ni por la nuestra quedó claro que estábamos buscando a alguien experto en abrir cerraduras de forma ‘poco ortodoxa’. El cerrajero nos presentó al Sr.Pip, un joven bien vestido que casi tenía la palabra ‘ladrón’ tatuada en la frente.
Después de una dura negociación con el Sr.Pip, quedamos con él en partir de la ciudad para llegar hasta nuestro local en Cima del Salto, de forma que pudiera abrir los supuestos cofres. Me encontré con él de madrugada en la entrada de la posada y excusé la presencia de mi compañero por encontrarse indispuesto. En realidad Fangstorm se encuentra escondido en un callejón, esperando a que pasemos para ayudarme a reducir al Sr.Pip i sonsacarle información relativa a contactar con el tal Karad Gelfish.
Así acabó la última sesión.
Perfecto Aaron. Yo no lo hubiera relatado mejor. Por cierto, lo de las dagas no se les pasó. Simplemente, no existe un impuesto sobre las armas no militares. La gente necesita cuchillos, guadañas, martillos (no de guerra) y todo eso para la vida diaria. Pero digamos que existe un control de armas en zonas pobladas. Vendría a ser el equivalente a la prohibición de las armas de fuego en Europa. Vamos, que estais en una zona civilizada, no el el Far West
ResponderEliminarPero hombre, no me quites la ilusión de pensar que habíamos engañado hábilmente a los guardias! Jajaja
ResponderEliminarEh... Vale, perdona. Aunque en todo Cormyr se permite el uso de armas de mano simples en las grandes ciudades, los guardias de LoudWater, no enterados de los pormenores legales (es lo que tiene vivir en provincias) intentaron confiscaros todas las armas... Incluidos los mondadientes y los cortauñas. Pero vuestras habilidades de camuflaje, vuestro savoir faire y, porque no decirlo, vuestras cavidades rectales, consiguieron evitar el requisamiento.
ResponderEliminarNo, en serio. Lo comento porque tú eres Cormyta. Sabes como funciona todo este tema.
He usado Jerga Policial con los guardias de la entrada.
ResponderEliminarUna vez superado el punto de control me enciendo un cigarrillo y miro con socarronería a mi compañero Fangstorm, que sonríe y acaricia su automática del 45.
Pero no te das cuenta de que las amables ancianitas de la plaza en realidad son siete ninjas barbaros corren a toda velocidad pero sigilosamente hacia ti con sus katanas +6 y lanzando shurikens-boomerang de energia mistica tipo discs d'energia d'en Krilin. Dos de ellos saltan en el aire quince metros y se ponen a vuestra espalda mientras el resto os rodean. Os miran con gesto desafiante y abren paso a una figura mítica. Un auténtico dios entre los hombre, un rompebragas de manual y señor viviente de todo cuanto ve. El coloso se planta frente a vosotros y dice. Soy Lord Mordrek.
ResponderEliminarMoris de placer al oir su voz.
Luego despertais en el mundo real... En Faerun.
Me despierto en mitad de la noche empapado en sudor. Recuerdo haber gritado antes de abandonar ese mundo de pesadilla. Tal vez ha sido mi propio grito lo que me ha despertado. Bendito sea si ese ha sido el caso.
ResponderEliminarEstoy en una habitación de la posada y falta apenas una hora para mi cita con el Sr.Pip. Miro por la ventana y doy gracias a las estrellas por haberme permitido escapar de ese mundo donde sólo podía pensar en utilizar jerga policial o, en su defecto, historia oral.