lunes, 24 de octubre de 2011

EL ÚLTIMO ASALTO


- Es el fin -dijo Karandur, mesándose la larga y encanecida barba con gesto grave. -Tras esta aventura, debo dejaros. Mi pueblo me necesita.

Aaron asintió en silencio. De nada servían las palabras cuando estas debían enfrentar la tozudez del siervo de Moradin. Karandur estaba decidido, y nada en este mundo podría hacerle cambiar de opinión. El suspiro de Naiada expresó sin palabras lo que todos estaban pensando. La vida, sin el clérigo enano, sería mucho mas corta.

-Pues hagamos de esta última aventura algo memorable -interrumpió Rhaegar, sombrío. - Desenfundemos nuestro acero y llevemos nuestra justa ira hasta los engendros de la Fortaleza Markelhay. ¡Que tiemblen sus oscuros corazones al sentir el frío abrazo de la Diosa! ¡Que teman y reverencien el nombre de sus enviados!

- ¡Si! -gritó Fangstorm, enfervorecido por la arenga del vengador sagrado. - ¡Que vengan! ¡Les haremos frente!

Balasar cruzó la mirada con Naiada, y los rasgados ojos de la alta elfa le contestaron con una calma casi eterea. De todos los compañeros, la maga era la más sosegada. Siempre presta a diolagar antes que a combatir, era evidente que no estaba disfrutando del cariz que tomaba la situación. El Draconido sonrió para sí. Desde que comenzasen sus aventuras con tan dispar grupo, él mismo había aprendido el valor de la sensatez. Todavía veía el cuerpo moribundo de aquel guardia cuando cerraba los ojos. Su muda súplica, el pánico ante la inevitabilidad de la muerte. Si. El arrojo era una gran virtud, pero siempre arropado por la sensatez.

-Calmaos -Aaron alzó la mano y esperó a que el resto de sus compañeros centrase su atención en él. Desplegó un viejo mapa de la región sobre la mesa y continuó con voz clara y potente. - Nos enfrentamos a un dragón. Es hora de planear nuestro próximo paso.



lunes, 4 de julio de 2011

EN EL ÚLTIMO MOMENTO

Los heroes consiguieron escapar de la mazmorra de los Saqueadores Sangrientos en el último momento. Los ladrones escaparon y activaron la trampa definitiva, encerrando a los heroes en el interior mientras la base comenzaba a inundarse. Jugandose la vida a contrareloj, consiguieron encontrar a Arthur Silverhawk y su hijo Adrian, que habían sido encerrados y torturados por los hombres del Zorro Gris. Siendo amigo personal del barón Markelhay y miembro de su consejo, Silverhawk prometió ayudarles en todo lo posible, retrasando el juicio de Eric Stern. Pero ellos debian encontrar las pruebas contra De Villen.



Sin apenas descansar, cabalgaron hasta la granja de Randall Orson, a media jornada de marcha al sur de LoudWater. La granja estaba sitiada, y fajos de leña se amontonaban bajo la puerta y las ventanas. Y unos hombres acechaban a las puertas. Su lider, un bardo Thayano de nombre Marston el Negro, les ofreció las pruebas que necesitaban tras un breve intercambio de golpes que a punto estuvo de cobrarse la vida de Balasar. Pero Karandur negoció. La vida de su amigo a cambió de la del asesino. Tiempo habría para que el malvado bardo pagase por sus crimenes.

Cabalgando de vuelta llegaron a tiempo para el juicio contra Stern. Cuando el barón estaba a punto de dictar sentencia, Naiada y Rhaegar surgieron de entre la multitud. Naiada tocó la flauta de Marston, y una conversación comenzó a oirse por toda la plaza, acusando a De Villen del crimen. Grimstone, sin perder tiempo, ordenó la detención del semielfo, que saltó sobre la multitud, abriendose camino a estocadas mientras huia hacía la puerta norte. El caos se desató en la plaza, al tiempo que Grimstone reparó en los heroes y ordenó prenderlos. La guardia se abalanzó sobre Naiada, y Rhaegar corrió tras De Villen, empujando a la marea humana que huía en dirección contraria, la vista puesta en el asesino...

sábado, 18 de junio de 2011

SANGRE, SUDOR Y GOLEMS...

Los centinelas de la guarida secreta de los Saqueadores Sangrientos yacian muertos en el frio suelo de la entrada. A su lado, mudo, el cuerno de alarma reposaba mudo, intacto. Alain, el informante de Geldish, limpió la sangre de su daga.
Aaron y él esperarian fuera, protegiendo la puerta, mientras Balasar, Rhaegar, Fangstorm y Karandur exploraban el recinto.
Los cuatro entraron, cautelosamente, tanteando a cada paso el traicionero terreno. Los pasillos eran estrechos. Un par de metros entre paredes de piedra abobedadas. La oscuridad, total, sólo permitia ver unos metros al frente. De repente, una de las baldosas cedió levemente. Un sonido sordo, y un par de virotes clav
ados en el cuello de Rhaegar y Fangstorm. El guardian se desplomó, entumecido por el veneno que le corria por las venas. Por suerte, Karandur estaba cerca. Entonó un salmo a Moradin en la tosca lengua de los suyos, y el Padre respondió a sus súplicas eliminando el mal que afligia a su amigo. Pero ya era tarde para el sigilo. Los heroes no lo sabían, pero los asesinos habian oido los rudos cánticos del clérigo y se aprestaban al combate. Una flecha en la oscuridad se clavó en el escudo de Fangstorm, y éste cargó con furia hacia su enemigo. No se percató de que eso era lo que éste quería. Antes de poder reaccionar, el suelo bajo sus pies se desmoronó, y el heroe cayó por un agujero. Los quejidos que se oian al fondo eran más causados por la frustración que por el dolor, así que mientras Balasar sacaba su cuerda de la mochila, Rhaegar saltaba el pequeño abismo dispuesto a entregar otra alma a su señora.
Mas una vez más, los pícaros estaban preparados. Mientras el primer atacante retrocedia de la furia del vengador sagrado, de entre las sombras surgia una sombra dispuesta para el combate. Acuchillando y desapareciendo, atacando y replegandose en las sombras, los atacantes parecían multiplicarse para frustración de los heroes, que a cada paso, sufrian ahora un corte, ahora una caida. Rhaegar estaba en peligro, entre dos abismos, enfrentado a un asesino entrenado. Pero en medio del caos, Fangstorm reapareció. Invocando el poder primigenio de la Tierra, de su hacha de guerra surgieron unos zarcillos que atraparon al matón, y lo arrojaron al abismo. Con un grito de triunfo, el guardián saltó el pozo, dispuesto de nuevo a la batalla. Infundiendo animos a sus compañeros, que aunque debilitados, encontraron el pasillo principal desde donde los asesinos at
acaban. Cerrando filas, comenzaron a llevar el peso de la lucha hacía las dependencias principales de los saqueadores. Uno tras otro, sin el amparo de la oscuridad, los enemigos fueron cayendo. El último de ellos, totalmente rodeado, consiguió saltar sobre Balasar y cruzar la habitación, corriendo por uno de los pasillos. Rhaegar y Karandur se abalanzaron sobre él mas, al cruzar la esquina, un estallido de llamas y azufre los detuvo en seco.

¿¡Magos!? - exclamó furrioso el enano.

Una pequeña silueta, de no mas de un metro de altura, se hallaba a menos de quince metros de ellos. Un gnomo enfundado en una túnica negra. Sin esperar a su reacción, se encerró en la habitación que tenía a su derecha. Balasar golpeó la puerta, pero ésta se resistió a caer con la embestida del dracónido.

De repente, un gruñido espeluznante se alzó sobre los jadeos de dolor y cansancio de los heroes, seguido por el chirrido de las cadenas al romperse. Un paso, luego otro. Pesados, enormes. Una enorme cabeza zurcida con pedazos de seres muertos tiempo atrás surgió por unos de los corredores laterales.

Es un golem. - La voz de Karandur era apenas un susurro. Entonó un cántico a Moradín para sanar sus heridas, pero ni siquiera él, devoto de su Dios, podía encontrar la fe necesaria para afrontar al enemigo que se abalanzaba sobre ellos como un juggernaut.

Con un grito de Balasar, los heroes se replegaron en una de las salas, dispuestos a afrontar la ira del gigante. Cansados, apenas en pie, los heroes desenvainaron sus armas. Los sellos de la guardia de Cormyr saltaron cuando los aceros cantaron, al fin libres. Karandur miró a sus compañeros. Vio la agrasividad en los ojos de Balasar. La tranquila determinación de Rhaegar. La sonrisa nerviosa de Fangstorm. Y se sintió reconfortado. Si aquel era el final, sería un final de leyenda. Digno de la admiración del Padre. Golpeó el suelo con su martillo, entonando la bendición de Moradín, y creó una zona sagrada sobre sus pies. Los cuatro sonrieron reconfortados. Su cansancio pareció desapareceer durante un instante. Hasta que llegó el golem...

La batalla fue terrible. Los puños del gigante golpeaban con una furia atroz, y sus cargas arrollaban a los heroes a su paso. De no ser por la zona sagrada de Karandur, sus cuerpos hubieran caido rotos y desmembrados en cuestión de minutos. Pero por cada golpe recibido, los heroes lo devolvían con furia desatada. Rhaegar clavó su mandoble hasta la empuñadura en mas de una ocasión, y Fangstorm, transformado en hombre bestia, embestía al monstruo desgarrando piel y músculo, pero aún así, el golem no caia. Balasar y el guardián centraron las iras del gigante. Cada golpe era como una losa. Y poco a poco, las fuerzas iban fallando. Uno a uno, los heroes comenzaron a caer de rodillas, agotados por el esfuerzo y el dolor. Y el golem no caia. Balasar continuaba en pie. Sus ataques, certeros, cortaban tendón y hueso, pero el ser no parecía sentir dolor. Fangstorm se interpusó entre el monstruo y Rhaegar, intentando evitar que el vengador recibiese el castigo del golem, pero éste cargó con una dureza implacable, y él guardián recibió la peor parte. Cayó al suelo, con las tripas abiertas en canal. Rhaegar, por su parte, salió despedido contra la pared. Su cuerpo quedó inerte. Karandur se aprestó a atender a los heridos, pero un golpe del titán lo aplastó contra el muro. Su cara, destrozada por el impacto, apenas pudo esbozar una sonrisa de aceptación. Musitando "Padre, perdóname", cayó.

Sólo Balasar se alzaba frente a la bestia. El golem se encaró a su último enemigo. Ambos se estudiaron, cautos. Ambos sangrando por decenas de heridas. Ambos sabiendo que aquel sería el último embite. El monstruo cargó una vez mas, dispuesto a destrozar el cuerpo de su enemigo. Pero Balasar era un guerrero entrenado. Girando sobre si mismo, desvió el puño de su adversario con su espada y luego, con un movimiento fluido, descargó un golpe atroz sobre la pierna del monstruo, cortandola limpiamente. El golem se desplomó, tullido. Sus ojos suplicantes no entendían el porque de tanto dolor. Miró al Dracónido con una mezcla de miedo e ira. El guerrero le contestó con el beso de su acero.

El vengador abrió los ojos y se encontró en un corredor oscuro. Al frente, un cuervo negro con agujeros donde deberían estar los ojos, le observaba con ansia. Dio un paso, luego otro. Pero una voz le retuvo. Una bella mujer de cabellera oscura y ojos como el mar, le sonreía desde la luz. Tendió su delicada mano al vengador, sonriendo con el amor de una madre.

Rhaegar, hijo mio, vuelve a la luz...

Rhaegar cogió la mano de su madre, y esta se transformó en Naiada. La maga lo miraba con el alivio dibujado en sus preciosos ojos almendrados. El vengador se incorporó lentamente. Karandur se encontraba apoyado contra el muro, con expresión grave. Balasar limpiaba su arma en silencio. Y Fangstorm... Fangstorm continuaba caido en el suelo. "Otra vez no"

Rhaegar encomendó en silencio el alma de su amigo a la Reina. El destino nos llega a todos, pensó. Pero el destino de Fangstorm estaba lejos de llegar. Con una bocanada ansiosa, el guardián regresó de la muerte. Karandur, sobresaltado, se aprestó a ayudarle, estabilizando sus heridas.

Se incorporó lentamente, recogió su hacha de guerra y observó al golem caido:

¿Que me he perdido? - dijo con una sonrisa cansada.


miércoles, 8 de junio de 2011

MIENTRAS TANTO...

El halfling se acercó a la ventana para observar la ciudad a sus pies. Él, un mendigo bastardo acostumbrado a ganarse duramente la vida en las calles de Calimport, convertido en la mano derecha de un Lord de Cormyr. Sonrió cansadamente. La vida acostumbraba a reservar ese tipo de sorpresas, pensó Harald. Porque hoy eres Harald, ¿verdad? Lo cierto es que le costaba recordar todos los nombres que había tenido.Cada uno un retazo de una vida excitante. Cada uno una sarta de mentiras. Un reguero de cadaveres a su paso. Harald Ojo púrpura, Samm Spade, Borlin Baggersen... ¿y antes de eso? Le costaba recordar su verdadero nombre.


De todos ellos, Harald era el que menos le gustaba. Le hacía parecer un tipo grande y valeroso. Era importante para la misión, por supuesto, pero no dejaba de ser algo que no era. Por suerte, el contrato terminaría pronto, y con él, el nombre de Harald Ojo Purpura.



Oyó los pasos que se acercaban mucho antes de que la puerta a su espalda se abriera. Reconoció la cadencia al instante. Instintivamente, se colocó en posición de alerta. La sombra de un muchacho proyectada sobre la pared se alzó, transformandose en una figura muy distinta. Harald se estremeció al oir la voz, sibilina, susurrante, de su maestro.

- Estan en la ciudad.

El halfling continuó mirando por la ventana, y se permitió una sonrisa de complicidad. Podía decirse que le caía bien aquel grupo de aventureros. Eran ridiculamente nobles, cierto. Pero también valientes. Y obstinados. Harald respetaba esas cualidades. En otras circunstancias, podían haber sido amigos. Se sorprendió pensandoen que casi sentía lástima por ellos. Pero sólo casi... "Demasiado pobres para tu delicado gusto, Harry, viejo pirata..."

-Lo se.

- Hay que eliminarlos ya. Estan empezando a husmear donde no deben...

- ¡Pues envia a la guardia! Para eso les pagas, ¿no?

Su interlocutor soltó un siseo inhumano de pura rabia. El poco vello de la nuca del halfling se erizó al oirlo, pero consiguió dominarse lo suficiente como para no permitir que el miedo se reflejase en su rostro. Se giró lentamente, la vista clavada en los extraños ojos de aquel ser abominable, y escuchó pacientemente.

- Los hombres de la guardia de este estercolero son una banda de inutiles. No conseguirian matar a uno sólo de esos bastardos ni aunque lo atacasen todos juntos mientras duerme. No... Si seguimos subestimando a esos hombres pueden interferir en nuestros planes. Y sabes que ls Red Negra no tolera intromisiones...

El halfling frunció el ceño. No le gustaba el rumbo de la conversación.

- Ya he contactado con el Zorro. Dice que lo tiene todo bajo control

- ¡Ese gordo avaricioso no controla ni su propia polla diminuta! No. Hemos ignorado este problema durante demasiado tiempo...

Durante un instante, el halfling dejó de respirar, expectante. Sabía lo que su maestro iba a decir a continuación, aunque deseaba equivocarse. No lo hizo. Nunca lo hacía...

- Quiero que cabalgues al alcazar y reclutes a los "Perros de la Guerra". Diles que se les necesita para un nuevo encargo. - dijo con aquella inhumana voz monocorde que tanto disgustaba a Harald, mientras abandonaba la estancia, con su sombra danzante cambiando de forma y tamaño en la pared.

El halfling se quedó sólo, observando la ciudad a sus pies, pensando en el horror que estaba a punto de liberar. Casi sintió lástima por los aventureros. Pero sólo casi...

domingo, 22 de mayo de 2011

CONSPIRACIÓN EN LA SOMBRA

Pasaron siete dias desde la llegada de los heroes a LoudWater. La ciudad no era tal como la recordaba Aaron, tras su paso desde Suzail, meses atras. El Barrio noble, elevandose sobre el acantilado, observaba impertubable como las tierras bajas de la ciudad se iban sumiendo en el caos. La guardia había abandonado a los pobres y los desamparados. Los rumores sobre extrañas desapariciones de trabajadores en el bosque caian en saco roto. El gremio de magos estaba fracturado desde la extraña enfermedad de su lider, Moira Avenlish. Y para colmo, el capitán de la guardia, Eric Stern, habia sido acusado de asesinato por su lugarteniente, un semielfo llamado Arshay de Villen.

Las prostitutas de la ciudad estaban siendo detenidas por la guardia, y Rhaegar pudo salvar a una joven de morir violada y apaleada por guardias corruptos. Con su daga y esgrimiendo el poder de su diosa, trajo la paz a los malhechores y reascató a la pequeña Lya. Ella le confesó que creia que buscaban a su hermana Mara. Esta era una prostituta que dos meses atras se movía en circulos cercanos al castillo Markelhay. Desapareció durante dos dias, y regresó acompañada de un hombre y una anciana. Desde entonces no la volvió a ver. Tal vez Mara supiese algo de lo que estaba ocurriendo.


Y no había ni una sola pista del paradero de Karad Gelfish, el antiguo lider del gremio de ladrones.

Lejos, en el norte, Karandur y Balasar descubrieron un ingente destacamento de orcos liderados por un enorme ejemplar de orco negro, que respondía al nombre de Grumsk. Al parecer, tenía tratos con de Villen. ¿Que tratos? Sólo ellos lo sabían.

Tres semanas restaban para la fiesta del Equinocio de Invierno. El gran mercado de la "Noche de Selune" traeria miles de peregrinos a la ciudad, incluyendo a los señores de una de las naciones vecinas de Ferelden, el conde de Skingrad.

El tiempo se agotaba, y una terrible conspiración se cernia sobre LoudWater. Sólo los heroes tenian la visión de conjunto. Sólo los heroes podian resolver el misterio en torno al Barón. Sólo ellos podian salvar la ciudad...


Sólo una cosa estaba clara. Iban a ser tres semanas infernales.

El eco de la profecia resonaba en sus sueños:

"El segundo día, las aguas embravecidas se teñirán de sangre..."

lunes, 16 de mayo de 2011

PERSEGUIDOS!!!


El Monasterio Negro quedó atras, bajo el cuidado de Gideon Sunblaster y los bandidos de Garth BlackBow. Los heroes se pusieron en camino hacia LoudWater con las bendiciones del Harpista y su recomendación de encontrar a Karad Gelfish, lider de la cofradia de ladrones de LoudWater y miembro de la orden de protectores de Faerun. Él sería su aliado y su contacto en la ciudad.

El camino fue largo, y los dias deambularon sin prisa mientras los heroes recorrian los cientos de millas que separaban las tierras occidentales de la Baronia de las Montañas. Aaron y Karandur pasaban las noches enfrascados en interesantes lecturas. El estudio de nuevas formas de comunión con su Dios y la oración se llevaba las pocas horas de descanso del enano. El comandante se sentaba sólo la mayoria de las noches, estudiando viejas historias de viejos guerreros, aprendiendo a dominar el campo de batalla desde una posición segura. El recuerdo de la muerte de Dolser se mantenía cercano, doloroso, en todos ellos. La larga marcha diaria era casi una liberación para cada uno de ellos, pues cuando caia la noche pocos eran los que disfrutaban del fuego del campamento y las risas de la camaraderia. El recuerdo de los muertos, el hedor de sus cuerpos putrefactos era demasiado vívido, demasiado intenso. De cuando en cuando alguno de ellos despertaba acosado por las pesadillas. Los demas lo oian, pero no decian nada. No había nada que decir...

Pasaron los dias, y por fin llegaron a una villa poblada. Una noche durmiendo en una cama y probando comida caliente les animaría el corazón. Pero al llegar fueron recibidos por el silencio y las miradas hostiles de los aldeanos. Sus sentidos, agudizados por meses de combates a vida o muerte, se agudizaron al instante. Algo iba mal. De repente, sin previo aviso, un grupo de guardias de la villa pobremente armados rodearon al grupo y trataron de detenerles por el intento de asesinato del hijo del Baron Markelhay.

La tensión de los últimos dias se desató en un instante de colera, y Balasar desenvainó con la rapidez de un relámpago. Acostumbrado a batirse por su vida contra poderes mas allá de cualquier mortal, calibró mal la potencia de su golpe. Antes de poder defenderse, uno de los guardias cayó muerto. Atravesado por la espada del Draconido. Aquella era la señal que necesitaba la guardia para confirmar sus sospechas. Los heroes, perseguidos, escaparon a duras penas tratando de no herir al resto de los guardias. Montaron en sus caballos y partieron al galope, rumbo a LoudWater.

Por desgracia, la historia del rescate del Baronet por parte de un heroico halfling y su compañia de aventureros, implicaba que ellos habian sido los causantes del secuestro. Sólo la osadia y el arrojo sin parangón del mediano pudo salvar al heredero del Barón. Y desde entonces, todos los recursos de la Baronia se enfocaron en capturar a esos malditos bastardos.

Y así, perseguidos en vez de aclamados, los heroes arribaron a la gran Villa de las Tierras del Sur. La primera de las ciudades de Cormyr. Llegaron a LoudWater.

viernes, 11 de febrero de 2011

UN NUEVO DIA...

La maléfica presencia de Caradon de Skingrad desapareció. Los heroes se enfrentaron a él en una pútrida cripta bajo el Monasterio Negro. Los conjuros del máldito robaban la misma fuerza vital de los compañeros, y la fuerza se escapaba de sus brazos mientras su esencia vital se consumía. Una hebra plateada en el oscuro cabello de Rhaegar testificó el tiempo perdido. Algunos dirian que el combate fue corto, brutal. Pero al salir, se diría que los héroes hubiesen combatido durante años.

El impulso y la maldad del malvado señor de la muerte fue irresistible. Su mera presencía robaba la vitalidad y la fuerza de aquellos que osaban enfrentarle. Aaron y Karandur cayeron inconscientes. Y Balasar recibió n un brutal castigo. De no ser por la resistencia sobrenatural del dracónido, Rhaegar hubiese sido el siguiente en perecer. Pero hasta dos veces se levantó el guerrero dragón, con fuerzas renovadas, dispuesto a la lucha. Cuando por fin hincó la rodilla, exhausto, las maléficas cuencas vacias de Nigromante se posaron en los supervivientes. Naiada estaba lejos del alcance del monstruo, pero este se acercó lentamente para matarla, atraido por la presencia de una raza que abominaba hasta lo mas profundo de su negro corazón. Entonces, un susurro, una súplica, amplificado por la caverna, se alzó insistente, hasta convertirse en un retumbar heroico. "Madre, mis fuerzas se agotan. Mi destino esta cerca. Acepto mi muerte si esa es tu voluntad. Pero dame fuerzas para servirte una última vez. Permíteme matar a aquel que te ofende con su existencia. No me des valor, pues nada temo si estas a mi lado! DAME FUERZA!!!" Con un estallido de luz, el mandoble de Rhaegar cayó sobre el craneo de Caradon como un martillo sobre un yuque, haciendolo estallar.

Con un grito de agonia que provenía de un cuerpo sin cabeza, el malvado nigromante se derrumbó. Su cuerpo quedó reducido a cenizas, y los cadaveres animados por su terrible magia cayeron inertes, dejando un manto de muerte y descomposición en el ascenso a la abadia. Pero en medio de tal devastación, los heroes, con los musculos doloridos y el alma ensombrecida, vieron una señal de luz y esperanza. Una diminuta flor se alzaba tímida entre el polvo y la sangre seca del patio. Una señal de esperanza, un nuevo comienzo.

Así, observando como la vida se abría camino, libre de malvados influjos, llego el momento de descansar para los heroes. Mas no por demasiado tiempo, pues los dias pasaban, y el mal jamas descansa. Vientos de tormenta asolaban el Este, y tras los muros de la Abadia de Lathander el mundo continuaba girando, vivo. Por el momento, al menos...

viernes, 28 de enero de 2011

EXTRACTO DEL CODICE DE LA ABADIA DE ALBRECHT


"La Mano continua a buen recaudo, en la cripta. Lord Hoster no permite que nadie la toque, aunque muchos vienen en peregrinación."


"Skingrad, de las tierras brunas del Sur, acampa frente a nuestras puertas. El asedio continua desde hace meses. Exige el poder de la Mano, pero el abad, y Lord Hoster se niegan. La orden de paladines aguanta frente al muro exterior mientras esperamos que el barón Markelhay llegue desde Loudwater. Pero tarda mucho..."


"Anoche llegaron las tropas de Lord Greyjoy y Lord Markelhay. La batalla fue atroz, pero nuestro señor salió vencedor. Ser Halloway fue a informar al comandante de la victoria, pero salió de la torre enfurismado. Cuando trató de abrir la puerta a nuestros aliados, Sunblaster lo colgó por traición. No entiendo nada!"

"Pip, el herrero, ha tratado de avisar a Markelhay, pero ha sido capturado por la guardia del comandante. Intentamos avisar al abad de la conducta de Lord Hoster, pero lleva semanas encerrado en la cripta, rezando a nuestro Dios."


"Dios mio! Se han vuelto locos. Estan matando a los civiles. Si fuera mas valiente trataria de ayudarlos, o aun de escapar. Pero sólo me atrevo a rezar por sus almas."


"Llevo dias encerrado aqui, sin apenas comer ni beber. Las fuerzas me abandonan. No creo que aguante mucho mas. Por que el comandante no abre las puertas?! Oigo los gritos por las noches, y se lo que les hacen, pero mi mente no quiere aceptar tal horror. Por Lathander, los oigo. Ya vienen..."

jueves, 13 de enero de 2011

DEL DIARIO DE LORD HOSTER




I
Anoche llegó un peregrino interesante. Caradon de Skingrad, clérigo de la fe. Dice huir de las tierras del Conde Valedon. Llegó a la abadia en el fragor de la tormenta, con una advertencia. Alguien pretende robar la Mano de Albrecht. Pero no tiene sentido. Quien desearia tamaño fraude?

II

Hemos desenmascarado al ladrón, un joven escudero de Ser Galvan llamado Rodrik, cuando se disponia a huir con la reliquia. Su cuerpo reposa en el camposanto. Que Lathander juzgue su alma!
PS: Debo reconocer que el consejo de Caradon ha sido de la máxima importancia.

III

El peregrino lleva ya meses con nosotros, y tras la reciente muerte del abad Cassel, los monjes pretenden nombrarlo a él. Me alegro, sus conocimientos y su conversación estan resultando ser un oasis en medio de este rincón olvidado del mundo. Su fe en la Mano del Santo es, mal que me pese, superior a la mia. Pero debo reconocer que desde su llegada, los peregrinos han aumentado el flujo de visitas, y los diezmos a la iglesia se han multiplicado. Tal vez su venida sea el milagro que esperabamos.

IV

Loado sea el señor de la Mañana. Su luz nos ilumina en estas frias montañascon la forma del buen Caradon. El sigue diciendo que la buena ventura que disfrutamos es cosa del santo y su sagrada reliquia. Tal vez sea cierto, si el lo dice...

V


La población civil de la abadia llega ya a las 347 almas, entre clérigos y sirvientes. El flujo de peregrinos ronda los millares en epoca de mercado. Lathander sea loado!!

VI

Ayer, el abad Caradon recibió correo de la iglesia de Skingrad. Las tropas del Conde Valeron se han movilizado hacia aqui. Caradon presiente que vienen para hacerse con nuestra sagrada reliquia. Que vengan! Somos el escudo de la Mañana. Nuestros son el deber, la justicia y la lealtad! No pasaran!

VII

El asedio dura semanas. Los viveres comienzan a escasear, pero pronto recibiremos el apoyo del baron Markelhay y Lord Greyjoy. Con la ayuda de Lathander, resistiremos.

VIII

Lord Greyjoy se retrasa. Si cae el invierno no lo lograremos. Pero antes la muerte que dejar que nuestra sagrada Mano caiga en garras infieles.

IX

Muchos han muerto de hambre. Ser Halloway me insta a rendir la plaza. Anoche intentó abrir la puerta de la muralla. Hoy, su cabeza esta clavada junto a la de sus rebeldes en el patio de armas. Mis fieles han comenzado una purga entre los aldeanos para separar el grano de la paja. Solo los puros son dignos de defender la Mano de Albrecht.

X

Tenemos hambre. Y frio. Esos bastardos esperan al pie de la colina. Los oigo. Ayer escuché gritos, y clamor de cuernos, pero hoy... hoy nada.
Tengo hambre...

XI

Caradon tiene razón, como siempre. Es la única solución. Los impios serviran a una buena causa. Sus cuerpos alimentaran nuestra fe, y nuestros estomagos. Juramos proteger la reliquia hasta el fin de los tiempos.

Que asi sea!!!

Del diario de Lord Hoster Sunblaster,
Comandante de la abadia de San Albrecht,
Paladin de Lathander

miércoles, 12 de enero de 2011

GRANDES GESTAS, GRANDES PERDIDAS...

Dicen que la talla de los heroes se mide por la grandeza de sus enemigos. Tras vuestra última batalla se puede decir que os habeis ganado ese título con creces. Sólo los muy locos, o los muy bravos, hubiesen osado enfrentarse al Caballero Maldito. Cuando la batalla terminó, los heridos comenzaron a despertar. Todos menos uno. Dolser, el ermitaño, el silencioso, había caido. Siempre fue el primero en enfrentar el mal. El primero en defender a sus compañeros.

Pero ya habrá tiempo de llorar a los muertos. La neblina de corrupción que envuelve el monasterio no se ha retirado. Un mal innombrable aguarda entre los muros de la abadía. Secad vuestras lágrimas, afilad vuestro acero y empuñadlo en nombre de la venganza!

REQUIEM POR UN AMIGO



Dolser.

El ermitaño. El protector. Valiente y tenaz

Descansa en paz, amigo. Tus hazañas serán recordadas...