viernes, 10 de diciembre de 2010

EN TERRITORIO IMPIO


Tras diez dias de marcha por el Camino del Norte, el Monasterio Negro se alzó sobre los aventureros, como una neblina al amanecer. El ambiente, frio y sin vida, parecía robar sus fuerzas a cada paso que daban. Comenzaron la ascensión por la vertiente de la montaña, entre rocas y cienagas, cuando cientos de cadaveres putrefactos comenzaron a alzarse ante ellos como una marea de putrefacción y muerte que amenazaba con arrollarlos. Los heroes cerraron filas, avanzando paso a paso mientras sus armas degollaban y mutilaban los cadaveres a decenas. Pero por cada uno derrotado, dos ocupaban su lugar, y pronto se vieron superados. Dolser fue el primero en sufrir el mortal abrazo de los muertos. Su hacha bailaba con un canto de muerte mientras trataba de avanzar, pero los muertos se agarraban a su cuerpo mientras trataban de desgarrar su carne con sus podridas mandibulas. Los gritos de Aaron y Gideon urgiendo el avance no conseguian que los heroes superaran a los muertos. El fin parecía cercano, hasta que Karandur, con voz de trueno, ordenó la carga. Incluso los No Muertos parecieron detenerse durante un instante ante la potencia y la determinación de la orden del enano. Los heroes aprovecharon la duda y corrieron. Corrieron sin descansop mientras a su alrededor un muro de muerte se abalanzaba inexorable sobre ellos.

Cansados, casi sin aliento, alcanzaron a distinguir la forma del Monasterio entre las sombras del ocaso. Frente a ellos, una puerta abierta que les protegeria, si conseguian cerrarla, de las hordas de la muerte. Y protegiendo la puerta, esqueletos animados de antiguos templarios. El grupo se enzarzó en un combate a vida y muerte contrareloz. Tan sólo tenian segundos para cerrar el porticulis del castillo antes que el grueso de los zombies se avalanzara sobre ellos. Karandur cruzó las lineas enemigas, pero el miedo y la tensión del combate no le permitian ver lo que se hallaba frente a él. El tiempo se agotaba, los muertos se acercaban, pero Rhaegar, enzarzado en pleno combate, encontró la manivela. Aaron y Balasar saltaron a la carrera hacia ella. Con un esfuerzo combinado, consiguieron cerrar la puerta del Monasterio. Estaban a salvo... y encerrados.

Casi sin tiempo para descansar, los heroes se encontraron en el recinto abierto del Monasterio. Ante ellos se encontraba una capilla menor dedicada a Torm. Entraron, vigilantes. Aaron encendió las antorchas de la sala. Si los muertos los detectaban no sería por exceso de luz. Y cuando el fuego iluminó la estancia, vieron el horror. Cuatro cuerpos colgados, sus tripas rozando el suelo, tiñiendo de sangre el altar profanado del Dios del Honor. El comandante se acercó con cuidado, se subió al altar y desenvainó la espada. Cuando su arma voló para decapitar el primer cadaver, los cuatro sacrificados gritaron con una voz espectral. Los siete heroes quedaron petrificados de dolor, sus timpanos sangrando ante la ira acumulada de los gritos. Intentando sobreponerse al dolor, cercenaron las cabezas de los cadaveres, que los miraban con unos ojos llenos de furia y tristeza.

Mientras llevaban los cadaveres al exterior para quemarlos y otorgarles la paz, vieron una sombra gigantesca que se acercaba a la capilla. Un gemido tenue se transformó en un rugido, y los heroes se encerraron en la capilla atrancando la puerta y disponiendose a aguantar la embestida del monstruo. Mientras recuperaban fuerzas, un retumbar se oia cada vez más fuerte en el exterior. Un golpe. Luego otro. Karandur rezaba a Moradin, tratando de consagrar el templo, ajeno al exterior. El resto afilaba sus armas, y memorizaba sus hechizos mas poderosos. Un golpe. Luego otro....

De pronto, una gigantesca maza destrozó la puerta. Por el resquició abierto se alcanzaba a ver una enorme cabeza humanoide. Podrida, con jirones de carne desprendiendose a cada movimiento del zombie. Los ojos inertes clavados en los aventureros al otro lado. Las flechas silbaron al aire cuando los heroes plantearon la defensa, impactando en la puerta. Rhaegar, en un momento de furia, invocó el poder de la Reina Cuervo para lanzar un rayo de poder divino a su adversario. Aaron gritó para que se detuviera cuando vio como las manos del vengador refulgian con la energia sagrada. Pero fue demasiado tarde. El rayo de energia se estrelló contra la puerta, destrozandola. Con un rugido, el zombie abrió las puertas y cuatro perros malditos se abalanzaron sobre ellos. En la confusión, Dolser y Rhaegar cayeron, protegiendo sus cuellos de la furia de las bestias. Balasar se encaró con valentia contra el gigante, pero un golpe de la maza lo envió por los aires. La sangre manaba de su hombro, pero el Dragón se incorporó y se encaró de nuevo al monstruo.
Naiada torpedeó al monstruo con los mejores conjuros que tenía, y Aaron ladraba ordenes posicionando a su equipo para infligir el maximo castigo. Las espadas rajaban la carne muerta sin descanso, esperando que el monstruo por fin cayese.

Karandur se unió al combate, su meditación rota por la irupción de tal cantidad de corrupción. La luz de Moradin sanaba las heridas del grupo. Destrozados por el esfuerzo, los heroes se enfrentaron al terror en forma de gigante imparable. Hasta que Rhaegar, invocando el poder de su Diosa, empaló al zombie con su mandoble.

El monstruo cayó. Los heroes respiraron aliviados. Las espadas bajaron, y una risita nerviosa se asomó a sus labios. Y de pronto el gigante se puso en pie de nuevo. Su cuerpo destrozado arrastraba visceras inutiles, que algún dia digirieron alimentos. Consiguió embestir una vez mas a Balasar antes de caer, y éste hubiera muerto de no ser por Karandur y Gideon, que sanaron sus heridas.

Cuando el zombie cayó por segunda vez, tras decapitarlo y desmembrarlo en minusculos fragmentos, los heroes respiraron de nuevo. Tras la puerta exterior se amontonaban cientos de zombies, pero el patio del Monasterio era seguro. El edificio principal se alzaba ominoso sobre ellos. La maldad les esperaba...

viernes, 3 de diciembre de 2010

EL TEMPLO MALDITO


Los preparativos para abordar la busqueda del Monasterio Negro estan casi terminados. Mientras descansais y preparis el espiritu para la busqueda que os aguarda, Larthan se acerca a vosotros con un ajado libro entre sus temblorosas manos. Los dedos le bailan, nerviosos, mientras lo abre y se sienta ante vosotros.

_He encontrado algo entre mis libros. Un apunte sobre la historia del Monasterio Negro. Deberiais escucharla...

"Hace mas de cien años, antes incluso del Ocaso de los Dioses, vivió un joven sacerdote de Lathander. Albrecht era su nombre. Heraldo de su fe, vivió incontables aventuras junto a sus compañeros. Con el paso del tiempo sus actos ganaron renombre, su fe era capaz de movilizar naciones enteras, y los tiranos de Faerun sentian el peso del dios de la Luz. Dicen que sus manos contenian el puro pode de la luz, y eran capaces de arrancar a los muertos de las fauces de Kelemvor.

Al morir, de pura vejez, como sumo sacerdote de nuestra orden, se erigió una abadia en su pueblo de origen, al sur de Cormyr. Algunos decian que sus manos incorruptas seguian alli, enterradas, y que quien las tocaba era curado de todos sus males. Se erigió una orden de paladines que guardaria la reliquia. Nadie sabía con certeza si tales leyendas son ciertas, ni siquiera se sabia si el verdadero Albrecht yacia en las criptas del Monasterio, pero los poderes oscuros de este mundo ansiaban ese poder, y estaban dispuestos a luchar por el.

Hace cincuenta años se produjó en las tierras del monasterio un enfrentamiento. Miles de hombres lucharon y murieron en las llanuras circundantes. La sangre de los santos que se derramó vilmente manchó las tierras y las convirtió en una pútrida cienaga donde, se dice, los No-Muertos reinan a su antojo.

Nadie las ha vuelto a pisar jamas...

_Hasta hoy.